Procuro vaga em São Paulo


Llevo dos semanas en la ciudad de São Paulo. Imaginaba que el primer tiempo en esta megalópolis iba a ser pura caminata y paseo, conocer la USP (Universidade de São Paulo) -donde voy a estar pasando un semestre de intercambio- y luchar con mi nivel intermedio de portugués para comunicarme. Claro que la gran incógnita era dónde iba a vivir. Desde Buenos Aires pensaba que la búsqueda de un departamento para compartir iba a ser tarea sencilla, de pocos días. Ciudad grande, inabarcable, con Universidades concurridas, seguro iba a poder contactarme por internet o a través de carteleras con otros estudiantes que estuvieran en situación similar.

Un estudiante que me contactó antes de llegar (vendría a ser como un orientador para la incertidumbre de los recién llegados), entre algunos de los consejos que me dio,  me recomendó un grupo cerrado de Facebook que se llama Repúblicas da USP. En el muro del grupo se podía leer de todo: personas queriendo vender escritorios y camas, otras buscando cuarto indicando barrios de preferencia, otras ofreciendo plazas en moradias, invitando a fiestas y demás informaciones que hacen a todo mundo facultativo. Mandé mensajes, curti comentarios (como en Brasil llaman a darle like a un post en Facebook) y traté de contactarme con todo estudiante que estuviese ofreciendo vaga: léase plaza para dormir, cuarto, cama, colchón, espacio donde cualquier homeless como yo podría sentirse a gusto. No hubo caso; el único departamento que logré visitar fue de una estudiante de pedagogía que a la hora de decidir con quién compartir su casa eligió a una chica que había visitado el cuarto ante que yo.

Si bien siempre conté con vivienda temporaria donde quedarme, la necesidad de encontrar lo que sería mi cuarto por los próximos meses se hizo cada vez más desesperadamente angustiante. Desde que había pisado el aeropuerto de Guarulhos y me había instalado en la casa de mis cuñados en Vila Mariana, mi ropa seguía contenida en una valija azul y cada vez que precisaba algo tenía que armar y desarmar todo porque en estos casos lo que uno precisa mágicamente se oculta debajo de todo el resto de cosas que uno tiene. La valija a medio desarmar, siempre entreabierta, mímesis de lo que yo sentía: con un pie en São Paulo y el otro en el aire, en la calle, en algún universo intermedio, aún en vuelo. Como si no terminase de llegar, como si no supiese o no encontrase cómo acomodarme en la ciudad.

De Republicas da USP pasé a todo site en internet que tuviese oferta de quarto para moça. De querer un cuarto en Pinheiros, pasé a sólo pretender que estuviese cerca del subte y relativamente céntrico, que me permitiese viajar rápido a la USP y estuviese en una zona segura y con movimiento. ¿Algunas vez  buscaron cuarto por Internet? ¿Vieron las fotos que muchas personas ponen de los sitios que alquilan? ¿Y las descripciones? Algunas eran de no creer, parecían un verdadero chiste. Había descripciones vacías, otras sin sentido, muchas parecían buenas pero al contactar a los anunciantes ya habían sido ocupadas. Fotos de revistas, fotos de botellas, de la ciudad y de almohadones. Que no se podía llevar visitas, que no querían ruidos, que el cuarto era sin ventana y que no querían que el inquilino pase mucho tiempo en la casa. Ridículo. Con cocina compartida, que tenía baño en suite, que estaban a diez cuadras de la línea amarilla de subte y que no estaba amueblado. Los días seguían pasando, visité la casa de una señora mayor que ofrecía un cuarto y que la media hora que estuve se ocupó de mostrarme cinco álbumes de foto de su nieto que vive en Italia. Después en subte a la zona de Penha para visitar un cuarto inhabitable, donde el living de la casa tenía peceras con agua marrón y un pitbull de nombre cacao. Definitivamente no.

Pero, ¿dónde viven las personas? ¡Todos tienen casa, yo también tengo que poder encontrar! ¿Tan difícil es lo que busco? Me preguntaba cómo cada persona que veía en la calle había encontrado su lugar en tamaño de ciudad, cuántos lugares habían visitado antes de llegar a donde estaban, si también sufrieron pasar horas y horas en Internet tomando nota de teléfonos, buscando direcciones, viendo distancias y caminando con el Google Maps por la posible zona de residencia. Y eso que para esta búsqueda conté con la compañía y ayuda de un colaborador estrella, ni quiero pensar si tendría que haber pasado días y días buscando sola..

Uno de los sites que comencé a utilizar fue Easy Quarto. Diariamente miraba los nuevos anuncios además de haber creado uno con mi perfil para que me llegasen posibles ofertas. Leía las descripciones, miraba imágenes, buscaba si aparecía el número de teléfono y me comunicaba. En qué calle quedaba, si la zona me servía y si la distancia al metrô que mencionaban era cierta. Cada foto era una esperanza, me imaginaba dentro de ese encuadre, durmiendo en la cama que retrataban, pasando tardes entre esas cuatro paredes mientras estudiaba. Pero no, no había caso. Cada llamada era una negación, cada visita cerraba una y otra potencial puerta. Llegué a pensar que todo estaba perdido, que tenía que volver a Buenos Aires, devolver la beca que me habían dado y terminar mi carrera en la UBA (¿exagerada?, ¿yo?).

En medio de tanto drama apareció un pequeño anuncio, sin mucho detalle, que se encontraba dentro del radio de zona que buscaba. Al visitarlo, ya con resignación y sin mucha expectativa, encontré el lugar que estaba esperando: cuarto espacioso, con ventana a la calle, en un tercer piso por escalera, zona transitada y cerca de la estación de subte Paraíso, por donde pasan la línea azul y la verde. Con dos compañeras brasileñasa para compartir el departamento, amables y simpáticas, dispuestas a que formase parte de su lugar durante unos meses. No lo podía creer, de un anuncio que no generaba expectativa, había aparecido el cuarto para mi estadía paulista.

Un día me llevó acomodar las pocas cosas que traje de Buenos Aires: unos libros en la estantería, mi ropa entre cajones y perchas, un portarretrato regalado por mis amigas, apuntes de la facultad para mi tesina y el papelerío del intercambio. Al fin, ahí estaba, mi cuarto. Entonces, ahora sí, es momento de empezar a vivir y disfrutar São Paulo.

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