Como mencioné en un post sobre Buenos Aires, tengo un deseo muy fuerte de poder observar las ciudades que visito desde algún punto alto que me regale una vista panorámica de la misma. Justo hace unos días, leyendo un texto de De Certeau que hace tiempo le debía una leída, me encontré que ese sentimiento de querer aprehender lo inaprensible no me invade a mí sola y que en realidad es el desvelo de muchos.
Era mi primera vez en Río de Janeiro. Expectativas, a centenares. Imágenes, músicas y relatos se sucedían en la previa de este viaje-escapada de tres días que había planificado con mi novio. Como si Rio de Janeiro condensase el concepto de paraíso turístico consumido previamente antes de llegar a destino: Ipanema, el Cristo Redentor, Santa Teresa, el Pão de Açúcar, Lapa, Copacabana, samba, favelas, mercados, palacios portugueses, todas esas palabras venían a mi mente a modo de mosaico condensado.
El primer día, sin la menor de las intenciones, me topé con una de las vistas que me llevo de este primer acercamiento a Rio de Janeiro. Un hermano de mi novio y su familia viven en la ciudad y querían pasar el día con nosotros; nos proponían como primera escala el “Teleférico do Complexo do Alemão”. Nos decían que desde hace un tiempo, luego de que las Unidades de Polícia Pacificadora – UPP se instalaron en varias favelas de Rio, era posible hacer ese trayecto a pesar de no ser “moradores” de los barrios. Las palabras teleférico y favela en una misma oración me dieron un poco de urticaria, mezcla de curiosidad y náuseas.
Pensaba en el artículo de la revista de TAM del mes de febrero que leí mientras volaba para São Paulo donde se retrataba el turismo en las favelas cuan excursión a zoológico abierto y a su vez en mis clases en Buenos Aires en la UBA, cuesta arriba para formarme como comunicadora comunitaria, leyendo sobre oprimidos y participación.
Así llegué al teleférico, pensando. Una vez dentro descubrí que la palabra teleférico le quedaba chica a la situación. En mi cabeza me imaginaba un trayecto de punta a punta sobrevolando una superficie determinada, en este caso una favela. Pero el teleférico del Complexo do Alemão de Rio de Janeiro es una concatenación de estaciones y trayectos continuos que comunican las diferentes favelas de morro a morro. Impactante. Semejante estructura montada en el medio de barrios marginados cariocas oficiando de transporte para los que viven allí y desde hace un tiempo vuelto atractivo turístico para los mirones como yo.
Desde esa pecera sostenida por un cable flotamos sobre las favelas de Rio de Janeiro. Poco puedo decir sobre la enorme superficie que ocupan. De lado, abajo, a corta y media distancia se percibían las casas amontonadas, unas sobre otras, en fila hacia al cielo, apoyadas sobre morros y vecinos. A lo lejos el mar y el otro Rio.
Calles serpentean entre los edificios, algunas transitadas, otras desiertas. Negocios, autos, canchas de tierra para jugar al fútbol, sogas con ropa colgada, piletones, terrazas. Charcos, basura, globos de colores, sillas, muros pintados. Y pasan niños corriendo, circulan apurados entre casillas. Un hombre rellena un balde con cemento y otro a su lado carga ladrillos. Se escucha música y hay dos chicos pintando graffitis en la pared de una de las estaciones intermedias del teleférico. Una moto esquiva un auto y atrás pasa una combi. Un gato descansa en el techo de una casa, mientras una mujer golpea una puerta azul.
El panóptico vuelto transporte, vuelto turismo, se extiende sobre todos ellos. Los observa y ellos se saben observados, se saben potencialmente mirados, ¿se saben?. La mirada detiene instantes, cosifica momentos. Acciones inacabadas, como si la mujer quedase a medio golpear de la puerta azul. Como en las fotografías. A distancia miro, lejos. No camino y colecciono retazos en perspectiva.
Me sentí partícipe de algo que no comparto (no quiero compartir). Fascinada con la posibilidad de espiar desde un lugar de superioridad y resguardo. El mirón de lo paupérrimo que no es acción. “Al gozarlo violentamente, me pregunto donde se origina el placer de “ver el conjunto”, de dominar, de totalizar el más desmesurado de los textos humanos”, se preguntaba De Certeau teniendo Nueva York como imagen. En parte, me pregunto lo mismo sobre Rio de Janeiro y esta vista, la primera que tuve de la ciudad.
Quizás debería haber estado al lado de la mujer, golpeando la puerta azul, si tanto quería ver…
Teleférico do Complexo do Alemão
Horario de funcionamiento: de lun a vie de 6 a 21 hs y sáb, dom y feriados de 8 a 20 hs
Rio de Janeiro, Brasil
2 thoughts on “Rio de Janeiro vista”