Es domingo, calor de media tarde. Bajo del metrô en la estación Marechal Deodoro con un único propósito: caminar por el Minhocão. Durante las semanas es una de las arterias más transitadas de São Paulo, atraviesa prácticamente todo el centro de la ciudad conectando áreas claves. Embotellamiento, bocinas, conductores queriendo llegar desesperadamente a destino, humo y motoqueros que pasan a toda velocidad entre los autos. Y en los bordes, edificios. Ventanas que balconean a esa autopista elevada paulistana, medianeras entubando los carriles y balcones que casi se tocan con el asfalto.
Pero los domingos el Minhocão está cerrado al tránsito, ningún coche lo puede transitar. Y la postal cambia.
Subo por una de las entradas y leo “bem-vindo ao parque”. Es un buen presagio. Un cielo azul que encandila (no muy común en São Paulo) y aparecen las primeras personas en bicicleta. Es la primera vez que camino por aquí. Ya atravesé el Minhocão más de una vez en auto pero nunca a pie. Aparece un mural de una planta brotando, el cemento invadido por el verde de forma pictórica. Simbólico. Varias pintadas en el asfalto, lambe-lambe en los postes de luz y algunos escritos en los cordones. Hombres corriendo, carritos de comida, chicos bailando y filmando las coreografías, familias haciendo picnic sobre unas mantas y varios grupos de personas deambulando.
El movimiento social que busca apropiarse de esta porción urbana de São Paulo que es el Minhocão sólo crece: el proyecto es convertirlo en un corredor verde todos los días del año (imitando un poco la experiencia del High Line en New York, con sus vías de tren abandonadas). Y con eso se abren varios interrogantes: darle una solución a las personas que por allí circulan en auto y otros vehículos a diario y cómo proteger a los actuales habitantes de la zona de la especulación inmobiliaria que le sucede a las revitalizaciones de urbanas. ¿De qué sirve resignificar un espacio si expulsamos a las personas que lo vienen ocupando en los últimos años?. Tamaño desafío.
Mientras tanto, el Minhocão de los domingos es de todos. Prácticas diversas y un público plural, cada uno a su manera. También hay varias medianeras cubiertas por jardines verticales y otras tantas con murales de arte urbano. Resistencia al cemento que se impone y una forma de darle más color a la zona. Entre las intervenciones, observo terrazas y balcones con macetas, ventanas con vidrios quebrados, edificios antiguos venidos a menos, cortinas de colores y ropa secándose al sol. Una nena anda con un paraguas a lunares para protegerse del sol. Pasa por delante de un señor que lee concentrado un libro. Y la ciclista que está dando la vuelta casi no ve al perro que estaba acostado en un rinconcito de sombra. Camino de punta a punta. Al paso, veo a lo lejos varios edificios icónicos de São Paulo: el Edificio Copan, el Edificio Italia, el Banespa. Y más cerca, edificios de departamentos residenciales, algunos prácticamente pegados a la autopista. Tanto cemento, tan mal planificado (y poco habitable).
Cierro el domingo con un café. Porque además de repensar el Minhocão, los barrios cercanos se están transformando: nuevos lugares abren o se renuevan y aparecen variadas opciones para las personas que se acercan a esta parte del centro de São Paulo. Nada mal. Me intriga pensar lo que será de este lugar en algunos meses o en algunos años, todo muta y cambia tan rápido… Habrá que acompañar de cerca el proceso y ver lo que São Paulo puede hacer con esta autopista que está buscando transformarse.
Minhocão | Informaciones prácticas
Minhocão | Dirección
Cómo llegar | Las estaciones Marechal Deodoro y Santa Cecília de la Línea 3 – Roja están ubicadas debajo del viaducto, aproximadamente a mitad de recorrido.
Horarios | El tránsito de autos finaliza el viernes a las 21:30 horas y sólo retoma el lunes a las 6:30 horas
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